Un siglo de Followers (v.2)
Parece que fue ayer (y lo fue, de hecho) cuando, empujado por quien bien sabía, abrí mi primera cuenta de Twitter (ahora X) y ahora aqui estoy en BlueSky. Hoy se ha sumado a Sky la persona número cien. Cien personas que leen lo que yo escribo, que se dice pronto.
Traten ustedes de contar a estas personas una a una, imagínenselas en una plaza y verán que no son pocas. La estadística nos embrutece, haciendo que 100 sean solo 100 y no 100 personas y sus 100 familias y sus 100 millones de ideas.
Desde entonces y hasta hoy para mí ha pasado todo un siglo de followers.
Cien años, uno con cada uno de vosotros, cien vidas no echadas a perder pues habéis dedicado parte de ellas a ayudar, a ayudarme a mí, un ser que solo os deseaba dolor y extinción.
Hace siete años estaba hecho un ovillo en un colchón, junto a una botella de refresco de dos litros que usaba como retrete, medio pimiento rojo a punto de estropearse y apenas un kilo de patatas congeladas en la nevera. Y por supuesto, la vida al completo dada ya por pérdida a mis cuarenta y tantos...
Pero miren ustedes por donde, que magnífico es este instinto de supervivencia nuestro, que acabe navegando por internet y topándome con la web de Alejandro Quintana http://oficiodeescritor.com (http://oficiodeescritor.com), y sin saber muy bien lo que hacía, por eso que la gente llama destino pero que yo prefiero llamar albedrío; decidí lanzar una botella con mensaje al mar de la incomprensión que consideraba internet. Por supuesto nada esperaba de vuelta.
Pero resulta que la botella volvió, y encontré en ella algo que siempre había necesitado hallar desesperadamente, que sabía que debía estar ahí, pero era incapaz de ver. Había estado ciego. Aun lo estaba.
No se trata esta de una historia de superación personal o de un manualito de autoayuda, siento si les he llamado a engaño, no era mi intención. Se trata de lo que encontré cuando estaba perdido. Soy muy consciente de lo mal que suena para muchos de ustedes lo que van a leer a continuación, pero por favor no se me asusten... Encontré a Dios, o al menos, a la Divinidad, nuestra Divinidad, la humana.
Resulta que la verdad estuvo siempre ahí fuera. La bondad, el espíritu de sacrificio, la capacidad de entrega, aunque a veces estos si parecen conceptos venidos de otro planeta.
De pequeños a los cristianos nos enseñan que Dios reside en nuestro corazón; he tardado mucho en comprender la verdad implícita en esto. Pero no se confundan, no es el dios de sotanas y rectorías, ni el de la torá y los Sabbath, ni tampoco el del burka y la sharia.
Estos no son más que mercaderes invadiendo el que debería haber sido siempre nuestro templo, esta canica azul que llamamos tierra... Este Dios que hallé hace a un hombre arrojarse sobre una granada para proteger a sus compañeros y empuja al policía a tirarse andén abajo para salvar a una niña sin pensar en lo que sucedería si al tren le diese por aparecer. Estas historias no son ficción, Compruébalo, está a su alcance.
Han de creerme si les digo que nada más lejos de mi intención acabar como me veo ahora, predicando en el desierto. Cuando esto me sucedió no podía imaginarme a alguien más lejano que yo de este tipo de fe, de esta certeza absoluta sobre la posibilidad de redención. Pero ahora es ahora, y siento que he de dar gracias. Siento la apremiante necesidad de hablar de este Dios con mayúsculas, como si estuviese en una iglesia del delta del Misisipi junto a un coro de Góspel y me animasen a hacerlo cantándole "Hey Man".
De hablar de mi Dios a gritos. Un Dios en el que prometo tener fe a partir de ahora y tratar de enmendar mis errores, buscar expiación y absolución de quien ha sido mi principal víctima, el ser humano, al que he llegado a odiar con todas mis fuerzas, y el que sin duda soy yo mismo también.
Jamás habría soñado con encontrar tanta bondad apilada como la que encontré en los artistas que he conocido desde aquel primer email. Tanta gente a la que la vida ha tratado tan mal y que a pesar de ello no se hace fuerte en el cinismo y la sociopatía como hace el cobarde que firma estas líneas, sino que por el contrario ayudan, empujan, animan, dan aliento, siembra esperanza.
Ellos hacen crecer la humanidad, Ellos me han hecho crecer a mí. Todos vosotros me habéis hecho crecer a mí. Se trata finalmente y esta vez sí, de una historia de superación de nuestra especie. También como no podía ser de otra forma, de superación de nuestras tradiciones y de nuestros rencores... las campanas no doblan esta vez, sino que repican por fiestas. Nunca fue menos necesario para mí preguntarme por quien lo hacen. Estoy seguro, como antes lo estuvieron muchos otros de que es por nosotros, por nuestra humanidad.
Es tanto lo que se os debe. Y es tanto lo que os debo yo. No solo me disteis esperanza, sino que además, me regalasteis una afición, el oficio de escritor. Algo había en mí y que me ha costado mucho trabajo ver. A vosotros, que me disteis fe a mí, y que hicisteis que yo quisiera darla, no puedo sino regalaros estas líneas, que es todo lo que tengo, pues además de pobre de espíritu, no soy sino otro pobre pensionista. A los que sois y a los que fuisteis, y ahora también a los que seréis, dada esta renovada ilusión mía en nuestra especie.
Estaba ciego, ya lo dije antes. Estaba ciego pero ahora veo ¿No se le llamaba a eso milagro? He aquí el primer milagro de este Dios sobre el que yo predico, de esta mi Fé que sois todos vosotros. Vosotros me habéis hecho ver. Yo soy testigo. Yo doy fe de lo sucedido.
Nunca había empleado, ni mejor ni peor, esta expresión: Tampoco me tomen muy en serio pues como todo humano no hago sino oscilar, y antes o después, volveré al colchón de mis miserias.
Pero tengan Fé, créanme si les digo que toda situación puede mejorar, y póngame yo de ejemplo también; ahora feliz, ahora útil. Solo les deseo a ustedes lo mismo. Gracias por servir.
Demétrio, el cínico padre.
Comentarios
Publicar un comentario